Los 100 años de Wojtyla explicados a los chicos que no lo conocieron

La Librería Editora Vaticana publica en un pequeño volumen, «100 Años. Palabras e imágenes», una selección de textos y fotos de San Juan Pablo II con motivo del centenario de su nacimiento. En el prefacio, el Papa Francisco subraya la «gran pasión por lo humano» de un testigo del Evangelio que sufrió mucho de joven, al perder a toda su familia, y como Papa, un ejemplo de cómo se puede caminar «alegremente, a pesar de las dificultades, por los caminos del mundo»

Alessandro Di Bussolo – Ciudad del Vaticano

2020.05.04 libro lev GPII 100 anni

«El sufrimiento que vivió, encomendándose totalmente al Señor, lo forjó e hizo que fortaleciera aún más la fe cristiana en la que fue educado en el seno de su familia”. Así, «fue un extraordinario educador de muchos jóvenes que, a través de él, un joven sacerdote, se introducían en el camino de una fe concreta, testimoniada, vivida en cada instante de la vida”. Son las palabras de un Papa, Francisco, para describir la juventud de otro Papa, San Juan Pablo II, en el prefacio del libro titulado «100 Años». Palabras e imágenes” de 128 páginas y con un costo de 7.00 euros, publicado por la Librería Editora Vaticana, con motivo del centenario de su nacimiento, el 18 de mayo, de Karol Wojtyla.

Textos e imágenes desde su elección hasta su muerte

Un pequeño y ágil volumen que recorre el Pontificado del Papa polaco a través de una colección de famosos escritos y frases que van desde el día de su elección, el 16 de octubre de 1978, hasta el de su regreso a la Casa del Padre, el 2 de abril de 2005. El libro también está disponible en inglés, en coedición con la editorial estadounidense «Paulist Press», y en polaco, en coedición con la editorial «Wydawnictwo św. Stanislawa BM», y gracias al patrocinio de la Embajada de la República de Polonia ante la Santa Sede y del Instituto Polaco en Roma. La selección de los textos de sus homilías, discursos, del Magisterio de Juan Pablo II es de Giuseppe Merola, mientras las imágenes sugestivas de Vatican Media fueron elegidas por Miroslawa Lesner.

Nos enseñó a caminar felices, incluso en las dificultades

En el prefacio, titulado «Agradecidos en el recuerdo de un Santo testigo», el Papa Francisco espera que este texto llegue «a manos de muchos y, sobre todo, de jóvenes». Y recuerda:

“Escuchamos el eco de su llamamiento a abrir las puertas de par en par a Cristo, y a no tener miedo”

El Papa Francisco escribe asimismo que “San Juan Pablo II a lo largo de su vida nos ha enseñado a caminar con alegría, a pesar de las dificultades, por los caminos del mundo, siguiendo las huellas de los gigantes que nos han precedido en la certeza de que no estamos ni estaremos nunca solos». Y todo esto «cultivando siempre un vínculo especial con nuestra mamá en el Cielo, María, Madre de la ternura y la misericordia».

Guía segura para la Iglesia en tiempos de grandes cambios

Con palabras sencillas, dirigidas en gran parte a los jóvenes, el Papa presenta a San Karol Wojtyla como «un gran testigo de la fe, un gran hombre de oración, una guía segura para la Iglesia en tiempos de grandes cambios». Recuerda además sus Encíclicas, desde la de Jesús Redentor del hombre a las dedicadas a Dios rico en misericordia, al Espíritu Santo, hasta Redemptoris Mater, la Encíclica sobre María en la vida de la Iglesia, sus Encíclicas sociales y «el don precioso del Catecismo de la Iglesia Católica».

Papa del Este, voz de la «Iglesia del silencio»

El Pontífice habla de la «gran pasión de su predecesor por lo humano», «su apertura, su búsqueda de diálogo con todos, su determinación a la hora de hacer todo lo posible por detener las guerras, su propensión a salir al encuentro de cualquiera y abrazar a quien sufre». Recuerda que con él, el primer Obispo de Roma de Europa del Este, «la Iglesia de los mártires del otro lado del Telón de acero encontraron una voz».

Los sufrimientos de un joven que perdió a toda su familia

Pero de modo especial, el Papa Francisco quiere recordar a los lectores «cuánto sufrió este Papa en su vida». Sufrimientos personales «vinculados a los de su pueblo y su nación, Polonia». «Precozmente huérfano de madre – subraya el Pontífice – vive el drama de la muerte de su querido hermano y después de su padre. Cuando entró en el seminario clandestino de Cracovia había perdido ya a todos sus parientes más cercanos, vivió su entrega total a Dios y a su Iglesia en un tiempo en que tantos amigos suyos perdían la vida durante la guerra».

Un Papa probado por la enfermedad

Sufrimientos de joven y sufrimientos siendo Papa, recuerda Francisco: desde “el terrible atentado de 1981, ofreció su vida, derramó su sangre por la Iglesia y nos testimonió que incluso en la difícil prueba de la enfermedad, compartida diariamente con Dios hecho Hombre y crucificado por nuestra salvación, podemos permanecer alegres, podemos seguir siendo nosotros mismos». Uno puede regocijarse en la certeza del encuentro con Jesús resucitado». “San Juan Pablo II fue – concluye el Papa – un gran testigo de la misericordia de Dios», y es hermoso «recordarlo de manera sencilla». “A quince años de su muerte, que para los jóvenes que no lo han conocido son muchos, o que sólo tienen algunos recuerdos vagos de él desde la infancia», y a los cuales está dirigido este pequeño libro.

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Fotos y testimonios de la JMJ de Cracovia

jmj-cracovia-el-papaHemos entrevistado a Yihuaa Lo de Taiwuan y a Teresa Cardona de Barcelona. Asistieron a la Jornada Mundial de la Juventud. Al Papa le vieron de lejos, pero le oyeron muy bien y rezaron con sus palabras.

Yihuaa Lo, es una de los millones de peregrinos que fueron a la Jornada Mundial de la Juventud de Cracovia. Es de Taiwuan. Actualmente vive en Esplugues de Llobregat por motivos de trabajo. Ha viajado mucho por todo el mundo. Sus padres son budistas y se convirtió tras un proceso largo de catequesis, fruto de una inquietud sobre quien era Dios. Fue bautizada como Maria Ester a los 21 años y decidió participar en esta Jornada para estar unida al Papa y la Iglesia. La hemos entrevistado para que nos cuente sus impresiones (hay que tener en cuenta que todavía no domina totalmente el  español):

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¿Cómo ha ido esta experiencia?

– Ha sido increíble, inolvidable, para toda la vida

¿Qué conclusiones has sacado de estos días junto al Papa y a tantos jóvenes?

– Me han impresionado los testimonios de sus conversiones en la vigilia de oración y cómo el Papa habló de dejar huella, de realizar tu sueño en la vida, de involucrarnos en la historia. He visto jóvenes de diferentes países durmiendo en el mismo sitio, todos con el mismo motivo, para esta allí, la fe, para construir un mundo de misericordia.

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¿Qué dificultades encontrasteis?

Fueron en general dificultades de necesidades vitales. No conocíamos Cracovia; todo estaba colapsado. Hemos recordado a los refugiados, porque nos sentíamos como ellos, porque teníamos necesidades, pero ellos las tienen siempre. Hemos rezado también mucho por ellos porque teníamos que andar kilómetros y kilómetros y no era nada en comparación con lo que ellos hacen. Hacía calor, llovía, de todo. No entendíamos el idioma. Los polacos son muy piadosos y también muy generosos, nos dejaban duchar en los hostales. Dios es bueno y te da la impresión de que quiere perdonar a todos. De todas formas estas dificultades no fueron nada con la alegría de oír al Papa y de estar con tantos jóvenes.

Teresa Cardona, se dedica a la educación. Es de Barcelona. Iba con un grupo de jóvenes. A ella también le hicimos las mismas preguntas.

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¿Cómo ha ido esta experiencia?

– Única inolvidable, la más fuerte de toda mi vida

¿Qué conclusiones has sacado de estos días junto al Papa y a tantos jóvenes?

– Que vale la pena seguir a Cristo. La fuerza y claridad del mensaje del Papa, nos da un ejemplo y un impulso importante de cómo vivir  la misericordia. Impresiona ver jóvenes de todo el mundo siguiendo el mismo mensaje.

¿Qué dificultades encontrasteis?

Fue una experiencia dura a nivel logístico. Estar alojados en tiendas de campaña tantos días, lloviendo, con barro, sin casi poder asearte. La ciudad no estaba preparada para tanta gente. No había autobuses, no había suficiente comida. A pesar de todo para todo el grupo esto a pasado a ser anecdótico. Es una experiencia que vale la pena haberla vivido.

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Catequesis del Papa Francisco sobre la importancia del perdón y el dar

San Pedro, miércoles 21 de septiembre de 2016

¿Quieres tener un corazón de piedra o poder amar sin límites?

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hemos escuchado el pasaje del Evangelio de Lucas (6,36-38) del cual es tomado el lema de este Año Santo Extraordinario: Misericordiosos como el Padre. La expresión completa es: «Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso» (v. 36). No se trata de un slogan, sino de un compromiso de vida. Para comprender bien esta expresión, podemos confrontarla con aquella paralela del Evangelio de Mateo, donde Jesús dice: «Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo» (5,48). En el llamado discurso de la montaña, que inicia con las Bienaventuranzas, el Señor enseña que la perfección consiste en el amor, cumplimiento de todos los preceptos de la Ley. En esta misma perspectiva, San Lucas precisa que la perfección es el amor misericordioso: ser perfectos significa ser misericordiosos. ¿Una persona que no es misericordiosa es perfecta? ¡No! ¿Una persona que no es misericordiosa es buena? ¡No! La bondad y la perfección radican en la misericordia. Cierto, Dios es perfecto. Todavía, si lo consideramos así, se hace imposible para los hombres alcanzar esta absoluta perfección. En cambio, tenerlo ante los ojos como misericordioso, nos permite comprender mejor en que consiste su perfección y nos impulsa a ser como Él llenos de amor, de compasión y misericordia.

Pero me pregunto: ¿Las palabras de Jesús son reales? ¿Es de verdad posible amar como ama Dios y ser misericordiosos como Él?

Si miramos la historia de la salvación, vemos que toda la revelación de Dios es un incesante e inagotable amor por los hombres: Dios es como un padre o como una madre que ama con un amor infinito y lo derrama con abundancia sobre toda creatura. La muerte de Jesús en la cruz es el culmen de la historia de amor de Dios con el hombre. Un amor talmente grande que solo Dios lo puede realizar. Es evidente que, relacionado con este amor que no tiene medidas, nuestro amor siempre será en defecto. Pero, ¡cuando Jesús nos pide ser misericordiosos como el Padre, no piensa en la cantidad! Él pide a sus discípulos convertirse en signo, canales, testigos de su misericordia.

Y la Iglesia no puede dejar de ser sacramento de la misericordia de Dios en el mundo, en todo tiempo y hacia toda la humanidad. Todo cristiano, por lo tanto, es llamado a ser testigo de la misericordia, y esto sucede en el camino a la santidad. ¡Pensemos en tantos santos que se han hecho misericordiosos porque se han dejado llenar el corazón con la divina misericordia! Han dado cuerpo al amor del Señor derramándolo en las múltiples necesidades de la humanidad sufriente. En este florecer de tantas formas de caridad es posible reconocer los reflejos del rostro misericordioso de Cristo.

Nos preguntamos: ¿Qué significa para los discípulos ser misericordiosos? Y esto es explicado por Jesús con dos verbos: «perdonar» (v. 37) y «donar» (v. 38).

La misericordia se expresa, sobre todo, en el perdón: «No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados» (v. 37). Jesús no pretende alterar el curso de la justicia humana, todavía recuerda a los discípulos que pera tener relaciones fraternas se necesita suspender los juicios y las condenas. De hecho, es el perdón el pilar que sostiene la vida de la comunidad cristiana, porque en ella se manifiesta la gratuidad del amor con el cual Dios nos ha amado primero. ¡El cristiano debe perdonar! Pero ¿Por qué? Porque ha sido perdonado.

Todos nosotros que estamos aquí, hoy, en la Plaza, todos nosotros, hemos sido perdonados. Ninguno de nosotros, en su vida, no ha tenido necesidad del perdón de Dios. Y porque nosotros hemos sido perdonados, debemos perdonar. Y lo recitamos todos los días en el Padre Nuestro: “Perdona nuestros pecados; perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Es decir, perdonar las ofensas, perdonar tantas cosas, porque nosotros hemos sido perdonados de tantas ofensas, de tantos pecados. Y así es fácil perdonar. Si Dios me ha perdonado, ¿por qué no debo perdonar a los demás? ¿Soy más grande de Dios? ¿Entienden esto? Este pilar del perdón nos muestra la gratuidad del amor de Dios, que nos ha amado primero. Juzgar y condenar al hermano que peca es equivocado. No porque no se quiera reconocer el pecado, sino porque condenar al pecador rompe la relación de fraternidad con él y desprecia la misericordia de Dios, que en cambio no quiere renunciar a ninguno de sus hijos. No tenemos el poder de condenar a nuestro hermano que se equivoca, no estamos por encima él: al contrario tenemos el deber de rescatarlo a la dignidad de hijo del Padre y de acompañarlo en su camino de conversión.

A su Iglesia, a nosotros, Jesús indica también un segundo pilar: “donar”. Perdonar es el primer pilar; donar es el segundo pilar. «Den, y se les dará […] Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes» (v. 38). Dios dona muy por encima de nuestros méritos, pero será todavía más generoso con cuantos aquí en la tierra serán generosos. Jesús no dice que cosa sucederá a quienes no donan, pero la imagen de la “medida” constituye una exhortación: con la medida  del amor que damos, seremos nosotros mismos a decidir cómo seremos juzgados, como seremos amados. Si observamos bien, existe una lógica coherente: ¡en la medida con la cual se recibe de Dios, se dona al hermano, y en la medida con la cual se dona al hermano, se recibe de Dios!

El amor misericordioso es por esto la única vía a seguir. Cuanta necesidad tenemos todos de ser un poco misericordiosos, de no hablar mal de los demás, de no juzgar, de no “desplumar” a los demás con las críticas, con las envidias, con los celos. ¡No! Perdonar, ser misericordiosos, vivir nuestra vida en el amor y donar. Esa – caridad y este amor – permite a los discípulos de Jesús no perder la identidad recibida de Él, y de reconocerse como hijos del mismo Padre. En el amor que ellos – es decir, nosotros – practicamos en la vida se refleja así aquella Misericordia que no tendrá jamás fin (Cfr. 1 Cor 13,1-12). Pero no se olviden de esto: misericordia y don; perdón y don. Así el corazón crece, crece en el amor. En cambio, el egoísmo, la rabia, hace el corazón pequeño, pequeño, pequeño, pequeño y se endurece como una piedra. ¿Qué cosa prefieren ustedes? ¿Un corazón de piedra? Les pregunto, respondan: “No”. No escucho bien… “No”. ¿Un corazón lleno de amor? “Si”. ¡Si prefieren un corazón lleno de amor, sean misericordiosos!

Catequesis del Papa sobre aquellos que están afligidos y agobiados

El Papa saluda a un niño durante la Audiencia. Foto: Alexey Gotovsky / ACI Prensa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Durante este Jubileo hemos reflexionado muchas veces sobre el hecho que Jesús se expresa con una ternura única, signo de la presencia y de la bondad de Dios. Hoy, nos detenemos en un pasaje conmovedor del Evangelio (Cfr. Mt 11,28-30), en el cual Jesús dice – lo hemos escuchado –: «Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. […] Aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio» (vv. 28-29). La invitación del Señor es sorprendente: llama a seguirlo a personas sencillas y oprimidas por una vida difícil, llama a seguirlo a personas que tienen muchas necesidades y les promete que en Él encontraran descanso y alivio. La invitación es dirigida en forma imperativa: «vengan a mí», «tomen mi yugo», y «aprendan de mí». ¡Tal vez los líderes del mundo pudieran decir esto! Tratemos de coger el significado de estas expresiones.

El primer imperativo es «Vengan a mí». Dirigiéndose a aquellos que están cansados y oprimidos, Jesús se presenta como el Siervo del Señor descrito en el libro del profeta Isaías. Y así dice, el pasaje de Isaías: «El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento» (50,4). A estos desconsolados de la vida, el Evangelio muchas veces une también a los pobres (Cfr. Mt 11,5) y los pequeños (Cfr. Mt 18,6). Se trata de cuantos no pueden contar sobre sus propios medios, ni sobre amistades importantes. Ellos sólo pueden confiar en Dios. Conscientes de la propia humilde y mísera condición, saben que dependen de la misericordia del Señor, esperan de Él la única ayuda posible. En la invitación de Jesús encuentran finalmente respuesta a sus expectativas: convirtiéndose en sus discípulos reciben la promesa de encontrar consolación para toda la vida. Una promesa que al final del Evangelio es extendida a todas las naciones: «Vayan – dice Jesús a los Apóstoles – y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos» (Mt 28,19). Acogiendo la invitación a celebrar este año de gracia del Jubileo, en todo el mundo los peregrinos atraviesan la Puerta de la Misericordia abierta en las catedrales y en los santuarios y en tantas iglesias del mundo; en los hospitales, en las cárceles… ¿Para   qué atravesar esta Puerta de la Misericordia? Para encontrar a Jesús, para encontrar la amistad de Jesús, para encontrar el alivio que solo da Jesús. Este camino expresa la conversión de todo discípulo que se pone en el seguimiento de Jesús. Y la conversión consiste siempre en descubrir la misericordia del Señor. Y esta misericordia es infinita e inagotable: es grande la misericordia del Señor. Atravesando la Puerta Santa, pues, profesamos «que el amor está presente en el mundo y que este amor es más fuerte que toda clase de mal, en que el hombre, la humanidad, el mundo están metidos». (Juan Pablo II, Enc. Dives in misericordia, 7).

El segundo imperativo dice: «Tomen mi yugo». En el contexto de la Alianza, la tradición bíblica utiliza la imagen del yugo para indicar el estrecho vínculo que une el pueblo a Dios y, de consecuencia, la obediencia a su voluntad expresada en la Ley. En polémica con los escribas y doctores de la Ley, Jesús pone sobre sus discípulos su yugo, en el cual la Ley encuentra su pleno cumplimiento. Les quiere enseñar a ellos que descubrimos la voluntad de Dios mediante su persona: mediante Jesús, no mediante leyes y prescripciones frías que el mismo Jesús condena. Podemos leer el capítulo 23 de Mateo, ¿no?. Él está al centro de su relación con Dios, está en el corazón de las relaciones entre los discípulos y se pone como fulcro de la vida de cada uno. Recibiendo el “yugo de Jesús” todo discípulo entra así en comunión con Él y es hecho participe del misterio de su cruz y de su destino de salvación.

Sigue el tercer imperativo: «Aprendan de mí». A sus discípulos Jesús presenta un camino de conocimiento y de imitación. Jesús no es un maestro que con severidad impone a otros cargas que Él no lleva: esta era la acusa que Él hacía a los doctores de la ley. Él se dirige a los humildes, a los pequeños, a los pobres, a los necesitados porque Él mismo se ha hecho pequeño y humilde. Comprende a los pobres y a los sufrientes porque Él mismo es pobre y experimento los dolores. Para salvar a la humanidad Jesús no ha recorrido un camino fácil; al contrario, su camino ha sido doloroso y difícil. Come lo recuerda la Carta a los Filipenses: «Se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz» (2,8). El yugo que los pobres y los oprimidos llevan es el mismo yugo que Él ha llevado antes de ellos: por esto es un yugo ligero. Él se ha cargado sobre sus espaldas los dolores y los pecados de la entera humanidad. Para el discípulo, por lo tanto, recibir el yugo de Jesús significa recibir su revelación y acogerla: en Él la misericordia de Dios se ha hecho cargo de la pobreza de los hombres, donando así a todos la posibilidad de la salvación. Pero, ¿por qué Jesús es capaz de decir estas cosas? Porque Él se ha hecho todo en todos, cercano a todos, a los pobres. Era un pastor que estaba entre la gente, entre los pobres. Trabajaba todo el día con ellos. Jesús no era un príncipe. Es feo para la Iglesia cuando los pastores se convierten en príncipes, alejados de la gente, alejados de los más pobres: este no es el espíritu de Jesús. A estos pastores Jesús los amonestaba, y sobre estos pastores Jesús decía a la gente: “pero, hagan aquello que ellos dicen, pero no lo que ellos hacen”.

Queridos hermanos y hermanas, también para nosotros existen momentos de cansancio y de desilusión. Entonces recordémonos  estas palabras del Señor, que nos dan mucha consolación y nos hacen entender si estamos poniendo nuestras fuerzas al servicio del bien. De hecho, a veces nuestro cansancio es causado por haber puesto la confianza en cosas que no son esenciales, porque nos hemos alejado de lo que vale realmente en la vida. El Señor nos enseña a no tener miedo de seguirlo, porque la esperanza que ponemos en Él no será defraudada. Estamos llamados a aprender de Él que cosa significa vivir de misericordia para ser instrumentos de misericordia. Vivir de misericordia para ser instrumentos de misericordia: vivir de misericordia, es sentirse necesitados de la misericordia de Jesús, aprendamos a ser misericordiosos con los demás. Tener fija la mirada en el Hijo de Dios nos hace entender cuanto camino todavía debemos recorrer; pero al mismo tiempo nos infunde la alegría de saber que estamos caminando con Él y no estamos jamás solos. ¡Entonces, animo! No dejémonos quitar la alegría de ser discípulos del Señor. “Pero, padre, yo soy pecador, soy pecadora, ¿Cómo puedo hacer? Déjate mirar por el Señor, abre tu corazón, siente sobre ti su mirada, su misericordia, y tu corazón estará lleno de alegría, de la alegría del perdón, si tú te acercas a pedir el perdón”. No dejémonos robar la esperanza de vivir esta vida junto a Él y con la fuerza de su consolación. Gracias.

Catequesis del Papa Francisco 7/9/2016 sobre hacer un Dios a la medida de cada uno

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

Hemos escuchado un pasaje del Evangelio de Mateo (11,2-6). El intento del evangelista es aquel de hacernos entrar más profundamente en el misterio de Jesús, para recibir su bondad y su misericordia. El episodio es el siguiente: Juan Bautista envía a sus discípulos a Jesús –Juan estaba en la cárcel- para hacerles una pregunta muy clara: «¿Eres tú quien debe venir o debemos esperar a otro?» (v. 3). Era justo en el tiempo de la obscuridad…

El Bautista esperaba con ansias el Mesías y en su predicación lo había descrito con colores fuertes como un juez que finalmente habría instaurado el reino de Dios y purificado a su pueblo, premiando a los buenos y castigando a los malos. Él predicaba así: «El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: por eso el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego» (Mt 3,10). Ahora Jesús ha iniciado su misión pública con un estilo distinto; Juan sufre y en la doble obscuridad –en la obscuridad de la cárcel, en la obscuridad de la celda, y en la obscuridad del corazón no comprende este estilo y quiere saber si es Él el Mesías, o si más bien debe esperar a otro.

Y la respuesta de Jesús parece a primera impresión que no corresponde a la solicitud del Bautista. Jesús, de hecho, dice: «Vayan a contar a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos oyen, los muertos resucitan, la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de escándalo!». (Lc 7, 22-23). Esta es la respuesta de Jesús.

Aquí queda claro el intento del Señor Jesús: Él responde que es el instrumento concreto de la misericordia del Padre, que va al encuentro de todos llevando la consolación y la salvación, y de este modo manifiesta el juicio de Dios. Los ciegos, los paralíticos, los leprosos, los sordos recuperan su dignidad y no son más excluidos por su enfermedad, los muertos vuelven a vivir, mientras que a los pobres le es anunciada la Buena Noticia. Y esta se convierte en la síntesis del actuar de Jesús, que en este modo hace visible y tangible el actuar mismo de Dios.

El mensaje que la Iglesia recibe de esta narración de la vida de Cristo es muy claro. Dios no ha mandado a su Hijo en el mundo para castigar a los pecadores ni para aniquilar a los malvados. A ellos, en cambio, se les dirige la invitación a la conversión de modo que, viendo los signos de la bondad divina, puedan reencontrar el camino de regreso. Como dice el Salmo: «Si tienes en cuenta las culpas, Señor, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero en ti se encuentra el perdón, para que seas temido» (Salmo 130,3-4).

La justicia que el Bautista colocaba al centro de su predicación, en Jesús se manifiesta en primer lugar como misericordia. Y las dudas del Precursor no hacen más que anticipar el desconcierto que Jesús suscitará a continuación con sus obras y sus palabras. Se comprende, entonces, la conclusión de la respuesta de Jesús. Dice: «Feliz aquel para quien yo no sea motivo de escándalo!». Escándalo significa “obstáculo”. Por eso Jesús advierte sobre un particular peligro: si el obstáculo a creer es sobre todo sus acciones de misericordia, eso significa que si tiene una falsa imagen del Mesías. Bienaventurados en cambio aquellos que, de frente a los gestos y a las palabras de Jesús, dan gloria al Padre que está en los cielos.

La amonestación de Jesús es siempre actual: también hoy el hombre construye imágenes de Dios que le impiden disfrutar su presencia real. Algunos se recortan una fe que “cada uno hace a su medida” y que reduce a Dios en el espacio limitado de los propios deseos y de las propias convicciones. Pero esta fe no es conversión al Señor que se revela, más bien, impide el provocar nuestra vida y nuestra conciencia. Otros reducen a Dios a un falso ídolo; usan su santo nombre para justificar los propios intereses o incluso el odio y la violencia. Para otros todavía Dios es solamente un refugio psicológico para ser tranquilizados en los momentos difíciles: se trata de una fe plegada en sí misma, impermeable a la fuerza del amor misericordioso de Jesús que empuja hacia los hermanos. Otros todavía consideran a Cristo solo un buen maestro de enseñanzas éticas, uno entre tantos de la historia. Finalmente, hay quien sofoca la fe en una relación puramente intimista con Jesús, anulando su impulso misionero capaz de transformar al mundo y la historia. Nosotros cristianos creemos en el Dios de Jesucristo, y su deseo es aquel de crecer en la experiencia viva de su misterio de amor.

Por lo tanto, comprometámonos a no interponer algún obstáculo al actuar misericordioso del Padre, pero pidamos el don de una fe grande para ser también nosotros signos e instrumentos de misericordia. Gracias.

Homilía del Papa Francisco en la Misa de clausura de la JMJ Cracovia 2016

 

Queridos jóvenes: habéis venido a Cracovia para encontraros con Jesús. Y el Evangelio de hoy nos habla precisamente del encuentro entre Jesús y un hombre, Zaqueo, en Jericó (cf. Lc 19,1-10). Allí Jesús no se limita a predicar, o a saludar a alguien, sino que quiere —nos dice el Evangelista— cruzar la ciudad (cf. v. 1). Con otras palabras, Jesús desea acercarse a la vida de cada uno, recorrer nuestro camino hasta el final, para que su vida y la nuestra se encuentren realmente.

Tiene lugar así el encuentro más sorprendente, el encuentro con Zaqueo, jefe de los «publicanos», es decir, de los recaudadores de impuestos. Así que Zaqueo era un rico colaborador de los odiados ocupantes romanos; era un explotador de su pueblo, uno que debido a su mala fama no podía ni siquiera acercarse al Maestro. Sin embargo, el encuentro con Jesús cambió su vida, como sucedió, y cada día puede suceder, con cada uno de nosotros. Pero Zaqueo tuvo que superar algunos obstáculos para encontrarse con Jesús: al menos tres, que también pueden enseñarnos algo a nosotros.
El primero es la baja estatura: Zaqueo no conseguía ver al Maestro, porque era bajo. También nosotros podemos hoy caer en el peligro de quedarnos lejos de Jesús porque no nos sentimos a la altura, porque tenemos una baja consideración de nosotros mismos. Esta es una gran tentación, que no sólo tiene que ver con la autoestima, sino que afecta también la fe. Porque la fe nos dice que somos «hijos de Dios, pues ¡lo somos!» (1 Jn 3,1): hemos sido creados a su imagen; Jesús hizo suya nuestra humanidad y su corazón nunca se separará de nosotros; el Espíritu Santo quiere habitar en nosotros; estamos llamados a la alegría eterna con Dios. Esta es nuestra «estatura», esta es nuestra identidad espiritual: somos los hijos amados de Dios, siempre. Entendéis entonces que no aceptarse, vivir infelices y pensar en negativo significa no reconocer nuestra identidad más auténtica: es como darse la vuelta cuando Dios quiere fijar sus ojos en mí; significa querer impedir que se cumpla su sueño en mí. Dios nos ama tal como somos, y no hay pecado, defecto o error que lo haga cambiar de idea. Para Jesús —nos lo muestra el Evangelio—, nadie es inferior y distante, nadie es insignificante, sino que todos somos predilectos e importantes: ¡Tú eres importante! Y Dios cuenta contigo por lo que eres, no por lo que tienes: ante él, nada vale la ropa que llevas o el teléfono móvil que utilizas; no le importa si vas a la moda, le importas tú. A sus ojos, vales, y lo que vales no tiene precio.

Cuando en la vida sucede que apuntamos bajo en vez de a lo alto, nos puede ser de ayuda esta gran verdad: Dios es fiel en su amor, y hasta obstinado. Nos ayudará pensar que nos ama más de lo que nosotros nos amamos, que cree en nosotros más que nosotros mismos, que está siempre de nuestra parte, como el más acérrimo de los «hinchas». Siempre nos espera con esperanza, incluso cuando nos encerramos en nuestras tristezas, rumiando continuamente los males sufridos y el pasado. Pero complacerse en la tristeza no es digno de nuestra estatura espiritual. Es más, es un virus que infecta y paraliza todo, que cierra cualquier puerta, que impide que la vida se reavive, que recomience. Dios, sin embargo, es obstinadamente esperanzado: siempre cree que podemos levantarnos y no se resigna a vernos apagados y sin alegría. Porque somos siempre sus hijos amados. Recordemos esto al comienzo de cada día. Nos hará bien decir todas las mañanas en la oración: «Señor, te doy gracias porque me amas; haz que me enamore de mi vida». No de mis defectos, que hay que corregir, sino de la vida, que es un gran regalo: es el tiempo para amar y ser amado.

Zaqueo tenía un segundo obstáculo en el camino del encuentro con Jesús: la vergüenza paralizante. Podemos imaginar lo que sucedió en el corazón de Zaqueo antes de subir a aquella higuera, habrá tenido una lucha afanosa: por un lado, la curiosidad buena de conocer a Jesús; por otro, el riesgo de hacer una figura bochornosa. Zaqueo era un personaje público; sabía que, al intentar subir al árbol, haría el ridículo delante de todos, él, un jefe, un hombre de poder. Pero superó la vergüenza, porque la atracción de Jesús era más fuerte. Habréis experimentado lo que sucede cuando una persona se siente tan atraída por otra que se enamora: entonces sucede que se hacen de buena gana cosas que nunca se habrían hecho. Algo similar ocurrió en el corazón de Zaqueo, cuando sintió que Jesús era de tal manera importante que habría hecho cualquier cosa por él, porque él era el único que podía sacarlo de las arenas movedizas del pecado y de la infelicidad. Y así, la vergüenza paralizante no triunfó: Zaqueo —nos dice el Evangelio— «corrió más adelante», «subió» y luego, cuando Jesús lo llamó, «se dio prisa en bajar» (vv. 4.6.). Se arriesgó y actuó. Esto es también para nosotros el secreto de la alegría: no apagar la buena curiosidad, sino participar, porque la vida no hay que encerrarla en un cajón. Ante Jesús no podemos quedarnos sentados esperando con los brazos cruzados; a él, que nos da la vida, no podemos responderle con un pensamiento o un simple «mensajito».

Queridos jóvenes, no os avergoncéis de llevarle todo, especialmente las debilidades, las dificultades y los pecados, en la confesión: Él sabrá sorprenderos con su perdón y su paz. No tengáis miedo de decirle «sí» con toda la fuerza del corazón, de responder con generosidad, de seguirlo. No os dejéis anestesiar el alma, sino aspirad a la meta del amor hermoso, que exige también renuncia, y un «no» fuerte al doping del éxito a cualquier precio y a la droga de pensar sólo en sí mismo y en la propia comodidad.

Después de la baja estatura y la vergüenza paralizante, hay un tercer obstáculo que Zaqueo tuvo que enfrentar, ya no en su interior sino a su alrededor. Es la multitud que murmura, que primero lo bloqueó y luego lo criticó: Jesús no tenía que entrar en su casa, en la casa de un pecador. ¿Qué difícil es acoger realmente a Jesús, qué duro es aceptar a un «Dios, rico en misericordia» (Ef 2,4). Puede que os bloqueen, tratando de haceros creer que Dios es distante, rígido y poco sensible, bueno con los buenos y malo con los malos. En cambio, nuestro Padre «hace salir su sol sobre malos y buenos» (Mt 5,45), y nos invita al valor verdadero: ser más fuertes que el mal amando a todos, incluso a los enemigos. Puede que se rían de vosotros, porque creéis en la fuerza mansa y humilde de la misericordia. No tengáis miedo, pensad en cambio en las palabras de estos días: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5,7). Puede que os juzguen como unos soñadores, porque creéis en una nueva humanidad, que no acepta el odio entre los pueblos, ni ve las fronteras de los países como una barrera y custodia las propias tradiciones sin egoísmo y resentimiento. No os desaniméis: con vuestra sonrisa y vuestros brazos abiertos predicáis la esperanza y sois una bendición para la única familia humana, tan bien representada por vosotros aquí.

Aquel día, la multitud juzgó a Zaqueo, lo miró con desprecio; Jesús, en cambio, hizo lo contrario: levantó los ojos hacia él (v. 5). La mirada de Jesús va más allá de los defectos para ver a la persona; no se detiene en el mal del pasado, sino que divisa el bien en el futuro; no se resigna frente a la cerrazón, sino que busca el camino de la unidad y de la comunión; en medio de todos, no se detiene en las apariencias, sino que mira al corazón. Jesús mira nuestro corazón, tu corazón, mi corazón. Con esta mirada de Jesús, podéis hacer surgir una humanidad diferente, sin esperar a que os digan «qué buenos sois», sino buscando el bien por sí mismo, felices de conservar el corazón limpio y de luchar pacíficamente por la honestidad y la justicia. No os detengáis en la superficie de las cosas y desconfiad de las liturgias mundanas de la apariencia, del maquillaje del alma para aparentar ser mejores. Por el contrario, instalad bien la conexión más estable, la de un corazón que ve y transmite el bien sin cansarse. Y esa alegría que habéis recibido gratis de Dios, dadla gratis (cf. Mt 10,8), porque son muchos los que la esperan.

Escuchamos por último las palabras de Jesús a Zaqueo, que parecen dichas a propósito para nosotros en este momento: «Date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa» (v. 5). Date prisa, porque hoy es necesario que me quede en tu casa. Ábrele la puerta de tu corazón.

Jesús te dirige la misma invitación: «Hoy tengo que alojarme en tu casa». La Jornada Mundial de la Juventud, podríamos decir, comienza hoy y continúa mañana, en casa, porque es allí donde Jesús quiere encontrarnos a partir de ahora. El Señor no quiere quedarse solamente en esta hermosa ciudad o en los recuerdos entrañables, sino que quiere venir a tu casa, vivir tu vida cotidiana: el estudio y los primeros años de trabajo, las amistades y los afectos, los proyectos y los sueños. Cómo le gusta que todo esto se lo llevemos en la oración. Él espera que, entre tantos contactos y chats de cada día, el primer puesto lo ocupe el hilo de oro de la oración. Cuánto desea que su Palabra hable a cada una de tus jornadas, que su Evangelio sea tuyo, y se convierta en tu «navegador» en el camino de la vida.

Jesús, a la vez que te pide de ir a tu casa, como hizo con Zaqueo, te llama por tu nombre. Tu nombre es precioso para él. El nombre de Zaqueo evocaba, en la lengua de la época, el recuerdo de Dios.

Fiaros del recuerdo de Dios: su memoria no es un «disco duro» que registra y almacena todos nuestros datos, sino un corazón tierno de compasión, que se regocija eliminando definitivamente cualquier vestigio del mal. Procuremos también nosotros ahora imitar la memoria fiel de Dios y custodiar el bien que hemos recibido en estos días. En silencio hagamos memoria de este encuentro, custodiemos el recuerdo de la presencia de Dios y de su Palabra, reavivemos en nosotros la voz de Jesús que nos llama por nuestro nombre. Así pues, recemos en silencio, recordando, dando gracias al Señor que nos ha traído aquí y ha querido encontrarnos.

8 momentos imperdibles de la Vigilia JMJ Cracovia con el Papa Francisco

1. El Papa atraviesa la Puerta Santa, de la mano con 6 jóvenes

La vigilia inició con el recorrido del Papa a través de la Puerta Santa de la Misericordia, construida para la ocasión, hasta llegar al altar del Campus Misericordiae. Fue acompañado por representantes de los 5 continentes, quienes después se sentaron alrededor de su silla.

2. “El camino hacia Jesús”  

Se da inicio a la Vigilia acompañada por 5 escenas de la vida Santa Faustina Kowalska y su camino para seguir a Cristo, así como 3 fuertes testimonios de jóvenes de diferentes nacionalidades que recuperaron su esperanza por la gracia de Dios.

Card. Dziwisz: Jóvenes son esperanza de la Iglesia y del mundo src=twsrc%5Etfw

3. Primera escena: “Fe para los que dudan”

La primera escena presentó el baile de un grupo de jóvenes al interior de una discoteca moderna en la que una de las jóvenes, Elena Kowalska (la futura Santa Faustina Kowalska), se detiene, se aleja del grupo y se vuelve hacia ellos mirándolos con tristeza. La joven queda pensativa y se coloca un velo negro.

Aquí aparece la primera “testigo de la misericordia”, Natalia Wrzesien (Polonia), quien compartió su testimonio de vida. Ella llevaba una vida de supuesto éxito, diversiones, pero no encontraba paz.  Acudir al Sacramento de la Reconciliación cambió su vida.

4. Segunda escena: “La esperanza para los que se resignan”

En una pantalla gigante se reprodujeron videos sobre los ataques terroristas del 11 de septiembre, Nueva York y París en 2015, así como escenas de la guerra de Irak y Siria.

La escenificación presenta a siete bailarines que buscan expresar el dolor y la tragedia de perder a sus seres queridos en la guerra. Durante el baile, la joven que representa a Santa Faustina acepta partes de su hábito religioso y la cruz.

Esta joven conmovió a todos en JMJ con su testimonio del perdón de Dios

5. Tercera escena: “El amor a los que están tibios”

Aquí se presenta el problema de la civilización moderna: los jóvenes que se encierran en sí mismos ante la tecnología. En la escenificación una bailarina recorrió unas paredes transparentes que simbolizan el aislamiento. Detrás de cada una había jóvenes inmóviles utilizando dispositivos electrónicos.

Por último, un joven se da cuenta de la bailarina, sale del cristal y baila con ella. En este punto, la escena se detiene y Santa Faustina canta con lamento.

6. Cuarta escena: “El perdón de los que son culpables”

El tema de la escena es el perdón de los vecinos, el rechazo del mal y la reconciliación. En la pantalla gigante se reproducen imágenes del día en que el Papa San Juan Pablo II fue herido gravemente de bala por los disparos del turco Alí Agca.

En la escenificación Sor Faustina observa la figura del querido Papa Wojtyla sentado junto a su agresor, simulando el día en que el Santo lo visitó y perdonó.

7. Quinta escena: “Alegría a los que están tristes”

El tema de la escena es el dolor que resulta de las adicciones y la monotonía de la vida en el mundo de hoy; así como la alegría ante las dificultades.

Faustina llega a la escena mientras un grupo de jóvenes de prendas desgarbadas bailan hip hop y break dance.

8. La adoración eucarística

Tras finalizar las escenificaciones, el Papa Francisco pronunció un emocionante y extenso discurso, y luego se realizó la adoración al Santísimo Sacramento con meditaciones, cantos que prepararon los peregrinos, acompañados de una orquesta.

Luego la oración en silencio, de rodillas y la Coronilla de la Misericordia cantada por el coro

 

Historias de la Jornada Mundial de la Juventud

Cracovia. 2016. Decenas de miles de jóvenes venidos de los cuatro puntos cardinales han llegado a la capital polaca para participar, junto al Papa Francisco, en la 31ª Jornada Mundial de la Juventud. Cada uno con su historia, sus ilusiones y preocupaciones.

Opus Dei - Historias de la Jornada Mundial de la Juventud

 

Guillermo Mijancos, 28 años (España)Guillermo y Bea, su novia. Vive en Múnich. Fotografía: Ismael Martínez Sánchez.

«Tocaba la batería en un grupo de música con unos amigos piratas. Eso era para mí ser joven. Vivía para los conciertos de amigos y los disfrutábamos cada fin de semana, enganchado a vivir cada segundo en el escenario… aunque tocar ‘los palos‘ implicaba ser paciente. Terminé arquitectura en Sevilla y emigré a Múnich buscando trabajo. No pude traerme la batería… pero apliqué la táctica de la paciencia y Dios me premió con un trabajo y una novia. Ambos me han ayudado a conocerme: Bea, mi novia, conoce mis defectos y me ayuda a ser paciente, y el jefe me anima a dar lo mejor.

TERMINÉ ARQUITECTURA EN SEVILLA Y EMIGRÉ A MÚNICH BUSCANDO TRABAJO. NO PUDE TRAERME LA BATERÍA… PERO APLIQUÉ LA TÁCTICA DE LA PACIENCIA Y DIOS ME PREMIÓ CON UN TRABAJO Y UNA NOVIA

»Curiosamente esta “paciencia” ante los problemas del mundo es lo que admiro de Francisco. No sé si esto es muy teológico pero me gusta “su paciencia” ante la imperfección de la vida. Me explico: supongo que el Papa podría cansarse antes las faltas ajenas -o de lo que ve de otras personas en la Iglesia- pero es realista con sentido positivo, sin ser agorero o tremendista y me desafía a vivir una vida sencilla, sin caretas. Ademas se juzga primero a sí mismo reconociendo sus errores y luego pide misericordia hacia los demás. Es muy auténtico.

»Admiro esa autenticidad y paciencia del Papa ante la imperfección humana -como mi novia, que me sorprende cada día-… Sí, en un mundo imperfecto me gusta la gente imperfecta con paciencia ante lo imperfecto.

CURIOSAMENTE ESTA “PACIENCIA” ANTE LOS PROBLEMAS DEL MUNDO ES LO QUE ADMIRO DE FRANCISCO. NO SÉ SI ESTO ES MUY TEOLÓGICO PERO ME GUSTA “SU PACIENCIA” ANTE LA IMPERFECCIÓN DE LA VIDA

»Esto me atrae de Francisco y por eso voy a verle a Cracovia. Llegaré en coche el ultimo día para unirme a otros católicos de la calle que buscan un trato auténtico con Dios sin creerse perfectos ni sobradamente preparados. Ahora no tengo mucho dinero guardado –estoy ahorrando para una batería– pero este sábado estaré en Polonia con el Papa. Es tiempo de tener también otras nuevas melodías».

Hilda, 27 años. Hong Kong

Hilda, de Hong Kong, espera encontrar en la JMJ la fuerza mental y espiritual para su trabajo con personas desfavorecidas. Fotografía: Ismael Martínez Sánchez.

«Trabajo en una compañía como contable en Hong Kong, donde han trascurrido los últimos años de mi vida. Nunca he tenido realmente un sueño salvo el vivir el día a día con sentido pragmático para tener futuro.

»En mi ambiente profesional, los jóvenes pasamos mucho tiempo comparando nuestro “estatus económico”, por eso me entristecía la situación cuando cada mañana veía en la calle a jóvenes sin estudios pidiendo dinero.

ASÍ QUE, ANTES DE LA JMJ DE CRACOVIA, TOMÉ LA DECISIÓN HACER UN BREAK EN MI VIDA PARA DEDICARME A LA EDUCACIÓN Y ALMENTORING CON JÓVENES DE LA CALLE, COMO VOLUNTARIA EN BARRIADAS HUMILDES DE HONG KONG

»Así que, antes de la JMJ de Cracovia, tomé la decisión hacer un break en mi vida para dedicarme a la educación y almentoring con jóvenes de la calle, como voluntaria en barriadas humildes de Hong Kong. Me encantará dedicarme a la educación, aunque sé que -siendo realista- veré mucho sufrimiento…

»Espero en Cracovia encontrar la fuerza mental y espiritual para llevarlo a cabo. Sólo tengo una hermana, pero tengo diez tíos maternos y, supongo que -gracias a esta influencia familiar- se ha despertado en mí el sentido de ayudar a otros».

Patricia Tevaga, 20 años. Nueva Zelanda

Patricia estudia Criminología en Auckland. Recibe formación cristiana en la Legión de María, fundada por San Vicente de Paúl. Fotografía: Ismael Martínez Sánchez.

«Me apasiona la Criminología. El ultimo año y medio estudié materias relacionada con mi futuro para ser detective. Curiosamente -por mis estudios- he visto varios cadáveres y siempre pienso que -lo importante al final- es poder irse al cielo… Bueno, también es cierto que los cadáveres no son lo único que veo… También veo y leo el Evangelio. Hago lo que puedo gracias a la formación que recibo en la Legión de María, fundada por San Vicente de Paúl.

BUENO, TAMBIÉN ES CIERTO QUE LOS CADÁVERES NO SON LO ÚNICO QUE VEO… TAMBIÉN VEO Y LEO EL EVANGELIO. HAGO LO QUE PUEDO GRACIAS A LA FORMACIÓN QUE RECIBO EN LA INSTITUCIÓN EN LA LEGIÓN DE MARÍA

»Vivo en Auclland, capital de Nueva Zelanda, país del rugby y de veleros. Allí, mis padres me han trasmitido la fe en una familia numerosa de ocho hermanos. Es cierto que cuando eres joven no siempre te gusta hacer lo que dicen otros, pero con el tiempo piensas que los consejos familiares no son para cortarte la cabeza, sino para llenarla de abono. Para que germinen buenas ideas. Ideas con buenas obras. Para tener la mejor cosecha de tu vida.

COMO VOLUNTARIA EN LA JMJ SIENTO QUE LAS IDEAS DE MI CABEZA SE ACRISOLAN EN MI CORAZÓN VIENDO AL PAPA TAN CERCA

»Ahora con 20 años ayudo más y acudo mensualmente a visitar enfermos junto a los sacerdotes de mi parroquia. Como voluntaria en la JMJ -y aunque he tardado 35 horas en llegara en avión hasta Cracovia en tres vuelos- siento que las ideas de mi cabeza se acrisolan en mi corazón viendo al Papa tan cerca».

Damian Kosecki, 23 años. PolacoDamian junto a Paulina, su novia. Pide oraciones por su padre, que tiene un cáncer con metástasis. Fotografía: Ismael Martínez Sánchez.

«Me llamo Damian y junto un amigo español he montado un grupo de músicareggae en Szczezin, donde toco instrumentos de percusión. La verdad es que pensaba estudiar Musicología tras el Gimnasium y el Liceo, pero finalmente decidí comenzar Teología. Y en ello estoy: estudio quinto año de estudios teológicos para ser profesor de religión.

LA VERDAD ES QUE PENSABA ESTUDIAR MUSICOLOGÍA TRAS EL GIMNASIUM Y EL LICEO, PERO FINALMENTE DECIDÍ COMENZAR TEOLOGÍA

»El motivo de mi elección es que Dios siempre ha estado presente en mi vida. Cuando mi madre estaba embarazada, la placenta se desgarró y clínicamente estaba condenado a morir. Sin embargo mi madre dio a luz sin problemas y según el test de Apgar tenía un diez sobre diez. Estaba en perfectas condiciones. Salvo quizá, hoy, por la timidez.

»No estaba seguro si debía venir a Cracovia pero mi novia Paulina me convenció y me ha dado la segunda mayor alegría del último mes. La primera fue aceptar mi petición de matrimonio hace unas semanas para casarnos en mayo de 2017.

SIN EMBARGO, HOY, TAMBIÉN ES UN DÍA TRISTE EN CASA. HOY HE RECIBIDO LA CONFIRMACIÓN TELEFÓNICA DE QUE MI PADRE TIENE UN CÁNCER CON METÁSTASIS Y, AUNQUE NO DEJO DE TENER ESPERANZA, TAMBIÉN YO NECESITO DE ORACIONES

Sin embargo, hoy, también es un día triste en casa. Hoy he recibido la confirmación telefónica de que mi padre tiene un cáncer con metástasis y, aunque no dejo de tener esperanza, también yo necesito de oraciones para el día en que llegue a Szczecin. Me gustaría sentir la comunión de los santos… Gracias por tus oraciones».

Thomas Umiunu, sacerdote, 31 años

Thomas, nigeriano, agradece a san Juan Pablo II su vocación sacerdotal. Fotografía: Ismael Martínez Sánchez.

«Vivo en Abuja, la capital de Nigeria, y soñé con visitar el país del papa polaco desde que Juan Pablo II visito Nigeria a comienzos de los años 80. Para entonces mis padres católicos pusieron un cuadro del Papa en casa. Yo lo miraba en la esquina de la habitación y gracias a su ejemplo decidí ir al seminario.

QUIERO ENTREGARME A TI Y TÚ ME MANDAS ESTA PRUEBA…, PENSABA. ASÍ QUE FUERON MOMENTO DUROS PORQUE MI PADRE FALLECIÓ Y YO SENTÍA LAS DUDAS DE LA VOCACIÓN

»Por aquellos años mi padre enfermó en el primer año de mis estudios. Yo volví a casa cuando él estaba enfermo. Mis padres, buenos cristianos, me replantearon que regresara en casa. ‘¿Cómo me haces esto, Dios? -Quiero entregarme a ti y tú me mandas esta prueba…, pensaba.

AQUELLA PRUEBA SE SUPERÓ GRACIAS A DIOS Y A MIS COMPAÑEROS SEMINARISTAS. HOY SOY SACERDOTE Y MI MADRE ESTÁ MUY CONTENTA DE MI CAMINO SACERDOTAL QUE YO AGRADEZCO AL PAPA POLACO

Así que fueron momento duros porque mi padre falleció y yo sentía las dudas de la vocación. Aquella prueba se superó gracias a Dios y a mis compañeros seminaristas. Hoy soy sacerdote y mi madre está muy contenta de mi camino sacerdotal que yo agradezco al Papa polaco».
Fuente http://www.opusdei.es/es-es/article/historias-de-la-jornada-mundial-de-la-juventud-cracovia/